Puede ser conveniente
aclarar algunos típicos malentendidos acerca de la meditación ya desde el
comienzo. Primero, meditar se define mejor como manera de ser que como una
técnica o conjunto de técnicas.
Meditar
es una manera de ser, no una técnica.
Esto no significa que
no haya métodos y técnicas asociadas con la práctica de la meditación.
Los hay. De hecho, hay
cientos de ellos, y haremos buen uso de algunos. Pero si no entendemos que
todas las técnicas son instrumentos para orientarse que apuntan hacia maneras
de ser, maneras de ser en relación con el momento presente y en relación con
nuestra propia mente y nuestra propia experiencia, podemos perdernos fácilmente
tanto en técnicas como en nuestros erróneos, aunque perfectamente
comprensibles, intentos de utilizarlas para llegar a algún otro lugar y
experimentar algún resultado o estado especial que pensamos que es el fin de
todo esto...
Segundo, meditar no es
relajarse, no es relajación escrito de otro modo. Quizá deba decir esto de
nuevo: meditar no es relajación escrito de otro modo.
Esto no significa que
la meditación no esté frecuentemente acompañada de estados de relajación y de
profundas sensaciones de bienestar. Por supuesto que esto es así, o puede ser
así en algunas ocasiones. Pero la
meditación de mindfulness es abrazar cualesquiera estados de la mente con
atención plena. Desde el punto de vista de la práctica del mindfulness, el
dolor o la angustia o, en este caso, el aburrimiento, la impaciencia, la
frustración, la ansiedad, o la tensión en el cuerpo son todos objetos
igualmente válidos para nuestra atención plena si ocurren en nuestro momento
presente, son cada uno de ellos una valiosa oportunidad para comprender y aprender
y, potencialmente, para liberarnos, en lugar de señales de que nuestra
meditación no está 'teniendo éxito' dado que no nos estamos sintiendo relajados
o experimentando gozo en un momento dado.
Podemos
decir que la meditación es realmente un medio de ser adecuado a las
circunstancias que uno encuentra en su interior, en cada momento.
Si quedamos atrapados en las preocupaciones de nuestra propia mente, en ese
momento, no podemos estar presentes de un modo adecuado o quizá, ni tan
siquiera podamos estar presentes. Aquello que digamos o hagamos o pensemos
estará dirigido por alguna idea o plan, aunque no seamos conscientes de ello.
La meditación, y en
especial, la meditación de mindfulness, no significa darle al interruptor y
catapultarte hacia algún lugar, ni significa considerar algunos pensamientos y
deshacerse de otros, ni hacer que tu mente esté vacía o desear estar en paz o
relajado. Es realmente un gesto que inclina el corazón y la mente (entendidos
como una totalidad única y no diferenciada) hacia una atención de
rango-completo sobre el momento presente tal y como éste es, aceptando cualquier cosa que esté
sucediendo simplemente porque está realmente sucediendo...
Meditar
no tiene que ver con intentar llegar a algún otro lugar. Sino que tiene que ver
con permitirte estar exactamente donde estás y exactamente cómo eres y, en
relación al mundo, en permitirle ser en este momento exactamente como es.
Esto no es tan fácil ya que, si nos mantenemos en los límites de nuestro
pensamiento, siempre hay algo que, ciertamente, podríamos criticar. Y por eso tiende a haber gran resistencia
por parte del cuerpo y de la mente para asentarse en las cosas tal como éstas
son, aunque sea por un momento. Esta resistencia a lo que es puede ser
incluso más fuerte si meditamos pues tenemos la esperanza de que, con la
meditación podríamos generar cambios, hacer que las cosas sean diferentes,
mejorar nuestras vidas y contribuir para mejorar la mayoría del mundo...
Así
que, desde el punto de vista de la atención plena, cualquier estado de la mente
nos puede servir para meditar. La ira o la tristeza pueden ser tan
interesantes, tan útiles y tan válidas de observar como el entusiasmo o el
disfrute y mucho más valiosas que una mente en blanco, una mente que no puede
sentir, que queda fuera de nuestro alcance. Ira, miedo, terror, tristeza,
resentimiento, impaciencia, entusiasmo, disfrutar, confusión, indignación,
desprecio, envidia, rabia, lujuria, incluso embotamiento, duda y letargo.
De hecho, todos los estados de la mente y los estados del cuerpo son ocasiones
para conocernos mejor a nosotros mismos si somos capaces de parar, mirar y
escuchar; en otras palabras, si podemos centrarnos de nuevo y relacionarnos de
manera íntima con lo que se presente en el campo de atención en cada momento.
Lo sorprendente, y paradójico, es que no es necesario que suceda nada.
Escrito por Jon Kabat-Zinn, Ph.D.
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