Sea cual sea el tipo de
meditación que hagamos, siempre se busca lograr 3 cosas: Llevar a cabo un
proceso de autoobservación, aprender a no juzgar, es decir, a aceptar la
realidad tal cual como es y evidenciar el hecho de que todo cambia.
1 Autoobservación: Siempre que meditamos
buscamos activar la consciencia o la capacidad de vernos a nosotros mismos.
Cuando meditamos observamos nuestras sensaciones físicas, las emociones y los
pensamientos. La meditación busca simplemente que estemos atentos a todo lo que
pasa con nosotros en ese momento.
2 No juzgar: Cuando meditamos podemos
observar que hay sensaciones, pensamientos o emociones que nos molestan o que
no son agradables. Sin embargo, la intención es observar todo esto sin juzgarlo,
aceptando nuestra realidad del momento tal cual como es.
3 Evidenciar la Impermanencia: Hay una ley
en el universo y es la ley del cambio o de la Impermanencia. Por ejemplo,
cuando meditamos podemos darnos cuenta de que a veces es más fácil, otras veces
es más difícil. A veces la mente está más positiva, a veces más negativa, a
veces hay sensaciones dolorosas o incomodas y a veces son placenteras. Es
decir, mientras meditamos evidenciamos esta ley del cambio en nosotros mismos.
Cuando llevamos a cabo
estos tres procesos se activa de manera natural en nosotros un sentimiento muy
bello que es la compasión. La compasión es la capacidad de amar y aceptar. Lo
primero que se activa es la autocompasión, porque aprendemos a observarnos y a
conocernos sin juzgarnos y a mirar que somos seres cambiantes. Es decir, la
experiencia de ser humanos hace que pasemos por diversos estados: salud,
enfermedad, felicidad, irritabilidad, ansiedad y aprendemos a aceptar todo esto
como parte de nosotros y sólo el hecho de aceptarnos como somos hace que sea
más fácil que sanemos todas las heridas mentales y emocionales que tenemos.
El ser compasivos con
nosotros mismos hace que sea más fácil serlo también con los demás, pues
aprendemos a ver y a aceptar al otro tal cual como es y a entender que todos
tenemos “buenos y malos días”.
Hay algo muy
interesante acerca de todo esto y es el hecho de que cuando se estudia el
cerebro de meditadores antiguos se encuentra que se activan áreas del cerebro
que tienen que ver con empatía, sensación de que conexión social y atención
plena, así como áreas del cerebro que tiene que ver con sensación de felicidad
y control del estado de ánimo, disminuyendo así los pensamientos negativos y la
ansiedad. Entre las áreas del cerebro
relacionadas con esto están: la corteza prefrontal izquierda, la corteza del
giro angular izquierdo, el giro hipocampal posterior y la corteza prefrontal
del lóbulo temporal izquierdo.
Además, en estudios
realizados con grupos de niños y de universitarios que aprendieron a hacer
meditación de bondad amorosa se encontró que al finalizar el curso además de
sentirse más tranquilos y bajar los índices de ansiedad, se generaba en ellos
una sensación de conexión social que les permitía hacer amistades con más
facilidad y los hacía más empáticos y menos prejuiciosos.
Matthieu Ricard, un
monje budista de origen francés es una de las personas que más impulsan la
Bondad Amorosa en este momento. La Bondad Amorosa es la expresión de la
compasión. Él da 3 consejos para activar la Compasión y la Bondad Amorosa:
1.
Altruismo: dejar de pensar siempre en
nosotros mismos y realizar actos benevolentes. Resulta que en el cerebro
existen unas neuronas denominadas “Neuronas en espejo”. Estas neuronas leen lo
que hacemos por los demás como si lo hiciéramos por nosotros mismos, es por
esta razón que nos sentimos bien cuando hacemos algo bueno por alguien. Así que
el hecho de ser bondadoso no solo le hace bien a quien lo recibe sino a quien
lo hace.
2.
Agradecer y tener pensamientos felices
al menos 15 minutos al día.
3.
Meditar, por todas las razones
explicadas en el presente artículo.
Uno de los conceptos
claves en el proceso de meditación es la compasión, esto quiere decir la
capacidad de aceptar