Es común que después de
largas jornadas de trabajo nos encontremos con una serie de cambios que nos generan estrés y si
realizamos un proceso de auto observación, podemos encontrarnos con que además
del estrés, hay algo que no se siente bien en nuestro cuerpo.
Es frecuente sufrir
dolores de cabeza después de un día frustrante, dolores en los hombros cuando
nos sentimos cargados de responsabilidades, dolor en el abdomen e inflamación
cuando nos sentimos ansiosos y no podemos parar de darle vueltas a un asunto,
dolor en la espalda baja cuando sentimos miedo, resfriados cuando sentimos
tristeza y melancolía y así… en el día a día presentamos una serie de síntomas
somáticos (físicos) que se relacionan con sentimientos represados o con
procesos mentales que no hemos elaborado. Las Medicinas Orientales tienen esto
muy claro. Es tan clara la asociación que existe entre el aspecto emocional y
el cuerpo, que es posible determinar cuáles síntomas y enfermedades se asocian
a qué emociones.
El impacto que tiene
nuestra mente sobre el cuerpo físico es tan evidente que hay áreas de la
medicina dedicadas a estudiar esto: el impacto que tiene el estrés sobre
nuestro sistema inmunológico, endocrino, cardiovascular, entre otros. De hecho,
ya se sabe cómo el estrés puede llevar a procesos de auto inflamación y además
está perfectamente estudiado cómo el cerebro tiende a interpretar el presente a
partir de recuerdos (muchas veces recuerdos nocivos) que se activan cada vez
que hay un problema.
Es decir, el pobre manejo de las emociones y sentimientos
represados puede conllevar a que nuestro cuerpo mantenga activos procesos
inflamatorios que llevan a los síntomas anteriormente descritos, entre muchos
otros.
La solución a esta
parte importante de nuestra existencia no se encuentra fuera, se encuentra
dentro de nosotros mismos. Tenemos un cúmulo de emociones represadas y debemos
aprender a procesarlas y a dejarlas salir para sentirnos mejor, para sentirnos
felices, armónicos y en paz y para poder brindar estos sentimientos de amor y
compasión a quienes nos rodean.
Para trabajarnos podemos
valernos de una herramienta simple, al alcance de todos: La meditación, Mindfulness
o Conciencia plena. Existen diversas técnicas que permiten “entrenar” o enseñar
a la mente a “activarse” únicamente cuando se necesita y que nos permiten
mantenernos en el momento presente. De este modo evitamos vivir en el pasado
que nos genera muchas veces angustia y depresión o en el futuro, que nos genera
ansiedad. Mantenerse en el momento presente permite dejar de acumular sensaciones
o emociones negativas. Lo anterior nos permite mantenernos más tranquilos y ser
más productivos. Pero, además el meditar de manera rutinaria también facilita
que se movilicen o que salgan las emociones que tenemos guardadas y que nos
generan sufrimiento.
Al trabajar, procesar,
y dejar ir estas emociones, el sistema nervioso, al igual que otros sistemas corporales
se pacifican y los procesos fisiológicos retornan a su funcionamiento natural,
generando sensación de bienestar tanto físico como emocional que perdura en el
tiempo.